La casa en donde vivo, la construyo mi viejo, mientras mi mamá acarreaba baldes con una panza enorme y lavaba pañales de tela con agua fría. A veces me invade la humedad, se me pasa cuando los imagino con la ilusión de las paredes blancas a la cal y los muebles regalados pintados de naranja. Afuera el ciruelo, la higuera, los malvones, la dictadura, las botas. Adentro los dolores, las canciones de La Negra despacito y los juegos, para olvidarse un instante de ese miedo enorme. De lo que mataba de verdad. Nos cambiaba de lugar mientras dormíamos para que lleguen a ella primero. Me lo contó una vez y desde que se fue, lloro en ese lugar.
Una vez amé tanto que corrí hasta el río Cuando llegué, pesada y desnuda, a la orilla, con caracoles como dientes y dedos de arena nadie me miró o tal vez lo hicieron las piedras, que son infinitas Después todo fue una confusión y el viento era tanto que se me enredó el pelo en esqueletos de pescados. en camalotes con yuyos y culebras tanto estaba amando que miré el horizonte con los pezones erguidos y los ojos nublados Pero el manso río marrón me disolvió los dedos y se llevó los caracoles.
Cuando miro el fondo de tus ojos claros. Gracias, Lunita!
ResponderEliminarGracias a vos sentido poeta. Miro en el fondo de los tuyos.
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