Encontré intacta entre los escombros del galpón la cajita de música de mi infancia. Le di cuerda y empezó a sonar, la abrí y mis prendedores brillaban, esos que se tienen como tesoros, una rana, un elefante, flores. Hablamos hace poco sobre su destino y ahora se me entrega sin temblar, desfigurada su esencia de objeto. Es mi infancia, suena en otro tiempo. Vino para cantarme, para que la siga escuchando.
Una vez amé tanto que corrí hasta el río Cuando llegué, pesada y desnuda, a la orilla, con caracoles como dientes y dedos de arena nadie me miró o tal vez lo hicieron las piedras, que son infinitas Después todo fue una confusión y el viento era tanto que se me enredó el pelo en esqueletos de pescados. en camalotes con yuyos y culebras tanto estaba amando que miré el horizonte con los pezones erguidos y los ojos nublados Pero el manso río marrón me disolvió los dedos y se llevó los caracoles.
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